Adviento es un tiempo para esperar a Jesús como redentor de un mundo en el que no todo funciona. vivimos en una cultura en que
el primer lugar está ocupado por lo exterior, lo inmediato,
lo visible, lo rápido, lo superficial, lo provisorio. Lo real cede el lugar a
la apariencia. En muchos países, la globalización ha significado un acelerado
deterioro de las raíces culturales con la invasión de tendencias pertenecientes
a otras culturas, económicamente desarrolladas pero éticamente debilitadas. (EG
62). Una cultura tremendamente individualista que
impide llevar a cabo proyectos, más allá de los beneficios y deseos personales
(EG 61) El individualismo posmoderno y
globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la
estabilidad de los vínculos entre las personas, y que desnaturaliza los
vínculos familiares (EG 67).
En nuestra cultura de la autoindulgencia, además, nos
cuesta aceptar que nuestras decisiones, nuestras acciones, tengan una consecuencia
y que esa consecuencia nos haga un daño grande. Es lo que el profeta nos dice
con muy fuertes expresiones: nosotros hemos pecado,
desde siempre fuimos rebeldes contra ti. Nos hemos convertido en una cosa
impura, toda nuestra justicia es como un trapo sucio. Nos hemos marchitado como
el follaje y nuestras culpas nos arrastran como el viento. Cuando leemos esto, podremos decir que no
hay que exagerar, que no es para tanto. Pero un paseo por la realidad de
nuestra sociedad nos lleva a una triste conclusión: Hay mucha corrupción, y hay
mucho desánimo. La impresión es que el mal, como el viento, arrastra a la
humanidad. No es pesimismo abrir los ojos a lo que no está tan bien a nuestro alrededor, sino llamada a la esperanza de que el Señor que viene en Belén nos dará la profundidad interior y la certeza de que todo irá mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario