sábado, 27 de noviembre de 2010

UNA CORONA PARA ESTE ADVIENTO

Los seres humanos nos movemos por tradiciones que ayudan a dar fuerza al tiempo en que vivimos. Aunque cada día siempre tiene las mismas veinticuatro horas, nosotros damos sentido y contenido al tiempo que vamos recorriendo. A esto ayudan los ciclos biológicos, y los ciclos cosmológicos que sintetizamos en los ciclos estacionales. Esta unión entre tradición y tiempo permite encontrar contenidos que ayudan a desgranar los momentos importantes de la vida. Esto sucede con el adviento. La cercanía de la navidad nos lleva a retroceder un poco para meternos de lleno en el misterio que traen estas fechas del año. La historia nos dice que una vez que se fija en el occidente la fecha de celebración del nacimiento del señor el día veinticinco de diciembre, los cristianos en el siglo IV establecieron un tiempo de preparación a esta fecha tan importante. Así quienes creemos en Cristo vamos poniendo en las fechas de nuestro calendario significados que permiten captar más a fondo lo que la presencia del redentor del mundo entre nosotros viene a significar.
La forma en la que cada cultura lo ha hecho es muy distinta según su genio. Así nos encontramos las posadas mexicanas, los ayunos y silencios de los monasterios, las coronas de adviento… La presente globalización ha generado una comunicación de costumbres, tomando de aquí y de allá lo mejor de cada una de las preparaciones. Por eso, de modo independiente a la región del mundo en que se viva, hoy es común ver en casi todos los ambientes que tienen que ver con la fe cristiana, la presencia de la corona de adviento, una tradición de los países septentrionales de Europa que ha tomado carta de naturalización internacional.
Originalmente, la corona de adviento tiene que ver con los cultos solares relativos al solsticio de invierno en los países nórdicos. De hecho es una verdadera corona que se ponía en la cabeza de las muchachas jóvenes, en los ritos druídicos de esta temporada. Cuando esas culturas entran en contacto con el cristianismo, los evangelizadores aprovechan la riqueza de contenidos escondidos en esta costumbre, que encajan perfectamente con la concepción cristiana de la salvación, simbolizada en la victoria de la luz sobre la oscuridad y en el progreso de esta luz a lo largo del tiempo y del espacio. Por ello, con algunas modificaciones sencillas esta costumbre enriquece con maravillosa profundidad religiosa la preparación de la navidad.

Si para los pueblos del norte de Europa la corona era una forma de esperar el renacimiento del sol, para los cristianos la corona es una manera gráfica de esperar el nacimiento de Jesús, al que la biblia llama sol que nace de lo alto. Por eso es tan fácil la aplicación a la vida del cristiano de sus principales símbolos que me permito tomar de la página http://www.es.catholic.net/:



La forma circular: El círculo no tiene principio ni fin. Es símbolo del amor de Dios que es eterno, y también de nuestro amor a Él  y al prójimo que no debe terminar.
Las ramas verdes: Símbolo de esperanza y vida, ejes fundamentales de la fe cristiana.
Las cuatro velas: Pretenden hacer reflexionar sobre la oscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Según la fe cristiana, después de la primera caída del hombre, Dios fue dando poco a poco una esperanza de salvación que iluminó todo el universo como las velas de la corona. Así como las tinieblas se disipan con cada vela que se enciende, la historia se ilumina con la cada vez más cercana llegada de Cristo al mundo. Son cuatro velas que se prenden de una en una, durante los cuatro domingos de adviento en un momento de oración en familia. Lo normal es que sean tres moradas (tres primeros domingos de adviento) y una rosa (cuarto domingo de adviento). Las manzanas rojas o los frutos que adornan la corona representan los frutos del jardín del Edén que con Adán y Eva trajeron el pecado al mundo y que ahora son los frutos de la salvación que nos trae Jesús el Salvador.
El listón rojo o dorado: representa el amor a Dios y el amor de Dios que envuelve el tiempo y la historia de cada uno de nosotros.

Hacer la corona de adviento es algo tan sencillo como comprar estos elementos y reunir a la familia para hacer esta actividad en casa. También se puede conseguir casi en cualquier tienda departamental o supermercado. Una vez que la tengas, la pones en el centro de la mesa de tu comedor y cada domingo juntos pueden recordar que se acerca cada vez más la venida de Jesús. Por si te sirve te dejo también esta oración para rezarla este primer domingo.

BENDICIÓN DE LA CORONA DE ADVIENTO
Oración:
Señor Dios, bendice con tu poder nuestra corona de adviento para que, al encenderla, despierte en nosotros el deseo de esperar la venida de Cristo practicando las buenas obras, y para que así, cuando Él llegue, seamos admitidos al Reino de los Cielos.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Todos: Amén.
La bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre esta Corona y sobre todos los que con ella queremos preparar la venida de Jesús.
PARA ORAR AL ENCENDER LA VELA EL PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 13,33: “Estén preparados y vigilando, ya que nos saben cuál será el momento”. Palabra del Señor.
Guía: Vigilar significa estar atentos, salir al encuentro del Señor, que quiere entrar, este año más que el pasado, en nuestra existencia, para darle sentido y salvarnos.
SE ENCIENDE ENCENDIDO LA PRIMERA VELA (MORADA)
Guía: Encendemos, Señor, esta luz, como aquel que enciende su lámpara para salir, en la noche, al encuentro del amigo que ya viene. En esta primera semana de Adviento queremos esperarte preparados, para recibirte con alegría. Muchas sombras nos envuelven. Muchas distracciones nos adormecen. Queremos estar despiertos y vigilantes, porque tú traes la luz más clara, la paz más profunda y la alegría más verdadera. ¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven, Señor Jesús!
Guía: Unidos en una sola voz digamos: Padre Nuestro...
Guía: Ven, Señor, haz resplandecer tu rostro sobre nosotros.
Todos: Y seremos salvados. Amén.