Hoy la Iglesia inicia un nuevo año en su liturgia,
que aunque no coincide con el año civil, marca una nueva etapa en la vida religiosa. El año
litúrgico comienza siempre con el Adviento que en el rito latino está formado por
cuatro semanas antes de Navidad del Señor en el misterio de la Encarnación. La palabra
ADVIENTO significa venida o presencia. En la antigüedad se usaba sobre todo para
la venida de un rey o de un emperador. Nosotros los cristianos la hemos tomado para
indicar la venida de Dios. Su presencia en el mundo; la presencia personal de Dios
en el mundo tiene dos momentos en las dos venidas de Cristo. La primera venida fue
la Encarnación y la segunda será su venida en gloria al fin del tiempo. Estos dos
momentos se encuentran separados, pero en la persona de Jesús están juntos, pues
la transformación de este mundo ya comenzó con la muerte y resurrección del Señor.
Una transformación que es la meta de toda de la creación. En el intermedio, el evangelio,
la buena noticia de la presencia de Dios entre nosotros, debe proclamarse generación
tras generación a toda la humanidad (Mc 13,10). En cierto sentido, Jesús continúa
viniendo para cada generación, ofreciendo a cada ser humano que viene al mundo su
mano que llena de esperanza
Para
que se lleve a cabo esta venida es necesaria nuestra colaboración por medio de nuestro
testimonio y de nuestra palabra. Este testimonio y esta palabra deben brotar de
modo natural de un cambio en nuestras vidas, por eso Jesús en el evangelio de hoy
nos dice: “que sus corazones no se hagan pesados por la disipación, la borrachera
y los afanes de la vida… velen en todo momento en la oración” (Lc 21,34.36).
Nuestra transformación se podrá llevar a cabo si cultivamos la sobriedad y la oración,
orientados como dice San Pablo a sobreabundar en el amor entre nosotros y hacia
todos (cfr. 1 Ts 3,12-13). El adviento nos invita a recibir en el corazón
la transformación en personas mejores por la presencia de Dios que nos salva. Las
turbulencias del mundo y los desiertos de la indiferencia y del materialismo deben
ser enfrentados sobre todo con un modo coherente de vivir los valores que nos hacen
seguidores de Jesús, en especial el principal de todos los signos que es el amor
hacia los demás que manifiesta el amor de Dios que está ya presente y actuando en
la historia, en un camino de perpetua realización vivida con gran paciencia y valentía.
Vivir el adviento es tomar conciencia de esta transformación en cada uno de nosotros
y empezar a testimoniarla en medio de los que viven a nuestro lado.
(Redactado sobre las palabras de Benedicto
XVI http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/angelus/2012/documents/hf_ben-xvi_ang_20121202_it.html
)
No hay comentarios:
Publicar un comentario