martes, 16 de diciembre de 2014

ADVIENTO 2014: ALEGRES DE CORAZÓN, ALEGRES EN EL CORAZON



Todos los seres humanos buscan la felicidad, todos aman estar alegres. Si nos ponemos a pensar la razón última de esto, lo podremos encontrar en nuestro corazón, en cómo está hecho nuestro corazón, como dice San Pablo: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. A veces, tendemos a encontrar la razón de la alegría en las cosas exteriores a nosotros, para desilusionarnos una y otra vez, o para consolarnos con un “peor es nada”. Otras veces, ponemos la alegría en la autorrealización y la autosuperación, pero la constatación de nuestras frustraciones y la constatación de nuestros pecados y fragilidades, nos devuelven a una realidad desesperante. No encontramos el modo de estar alegres, porque parece como si necesitáramos innumerables condiciones para que sea posible la alegría. Esto suele suceder porque «la sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría». (EG 7)

La alegría del cristiano no es un fruto de la ingenuidad, o de la falta de percepción de la seriedad de las situaciones. Sino que es fruto de que hay alguien más fuerte que lo que estoy viviendo, alguien en quien puedo confiar que, por su presencia, al final todo será bueno: la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo. Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias: « Me encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha […] Pero algo traigo a la memoria, algo que me hace esperar. Que el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura. Mañana tras mañana se renuevan. ¡Grande es su fidelidad! […] Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor » (Lm 3,17.21-23.26). (EG 6) La alegría del cristiano se arraiga en la certeza de que quien nace en Navidad no defrauda y sí nos llena de su amor.

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