viernes, 12 de diciembre de 2014

ADVIENTO 2014: EL MUNDO A LA BUSCA DE UN REDENTOR DESDE EL OLVIDO DE DIOS


¡Tú, Señor, eres nuestro padre, “nuestro Redentor” es tu nombre desde siempre! ¿Por qué, Señor, nos desvías de tus caminos y endureces nuestros corazones para que dejen de temerte? ¡Vuelve, por amor a tus servidores y a las tribus de tu herencia! ¡Si rasgaras el cielo y descendieras, las montañas se disolverían delante de ti! Cuando hiciste portentos inesperados, que nadie había escuchado jamás, ningún oído oyó, ningún ojo vio a otro Dios, fuera de ti, que hiciera tales cosas por los que esperan en él. Tú vas al encuentro de los que practican la justicia y se acuerdan de tus caminos. Tú estás irritado; y nosotros hemos pecado, desde siempre fuimos rebeldes contra ti. Nos hemos convertido en una cosa impura, toda nuestra justicia es como un trapo sucio. Nos hemos marchitado como el follaje y nuestras culpas nos arrastran como el viento. No hay nadie que invoque tu nombre, nadie que despierte para aferrarse a ti, porque tú nos ocultaste tu rostro y nos pusiste a merced de nuestras culpas. Pero tú, Señor, eres nuestro padre, nosotros somos la arcilla, y tú, nuestro alfarero: ¡todos somos la obra de tus manos! Isaías 63,16b-17. 19b; 64, 2-7.

El profeta Isaías nos dice que Dios tiene un nombre: NUESTRO REDENTOR. En un lenguaje propio de la visión oriental, nos presenta a Dios como alejado del ser humano. Sin embargo, el profeta nos dice donde está la raíz de la lejanía: en el corazón endurecido que deja de temer a Dios, es decir en el interior del ser humano, que no da a Dios el lugar que se merece y, con ello, rompe la relación de amistad con El.

La fractura de una relación no deja de tener consecuencias. El final del texto nos desarrolla algunas de estas consecuencias: no invocar el nombre de Dios, no despertar para aferrarse a Él, quedarse a merced de las propias culpas, no conocer el verdadero rostro de Dios. Todo esto nos habla de una situación espiritual en la que el ser humano ha olvidado quién es él. Como nos dice el Papa Francisco: Nuestro mundo, al negar toda trascendencia, ha producido una creciente deformación ética, un debilitamiento del sentido del pecado personal y social y un progresivo aumento del relativismo, que ocasionan una desorientación generalizada, especialmente en la etapa de la adolescencia y la juventud, tan vulnerable a los cambios (EG 64).¿podemos seguir así o necesitamos a alguien que nos saque de esta situación?

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