lunes, 15 de diciembre de 2014

ADVIENTO 2104: LLENAR DE CONTENIDO, PARA LLENAR DE SENTIDO


Cuando despojamos al adviento y a la navidad de su más profundo contenido, parecería que lo único que nos dejan estos días es la tristeza como estilo de vida: El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. (EG 2).
Sin hacer de todo una lista de tragedias, no deja de ser importante el tocar este lado oscuro de la existencia, porque de la conciencia del mal y de la conciencia del bien, puede surgir el camino de la esperanza. Por ello, el profeta Isaías nos muestra un lado esencial del corazón humano. La certeza de que todos nosotros traemos impresa la huella de Dios, todos somos la obra de las manos de Dios, somos la arcilla sobre la que el alfarero trabaja lo que hay en su corazón. Somos las tribus de la herencia de Dios, los que le pertenecemos, y Él no se olvida de su obra, de aquellos que le pertenecen. Esta certeza es lo que nos da esperanza cuando del corazón surge el grito anhelante: ¡Vuelve, por amor a tus servidores y a las tribus de tu herencia! ¡Si rasgaras el cielo y descendieras, las montañas se disolverían delante de ti! Del corazón brota la certeza de que es posible un programa de vida diferente: ser personas que esperan en Él, ser personas que practican el bien, ser personas que se acuerdan de los caminos de Dios. Adviento nos invita a ser conscientes de que solos no podemos. De que necesitamos que El venga a nosotros, que Él se haga uno de nosotros, en el prodigio que nadie había escuchado jamás, que nadie había visto jamás, cuando Dios haga lo más grande de la historia por cada uno de nosotros: Darnos a Su Hijo Único, para que nuestra vida sea digna y plena. ¿Es este el redentor que busca mi corazón? ¿Es esta la redención que mi corazón necesita?

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