miércoles, 19 de diciembre de 2012

Adviento... 4o. Movimiento: pase Ud., SEÑOR JESUS


La alegría es el preludio del encuentro, como a quien se le iluminan los ojos cuando está a punto de abrazar a alguien que ama profundamente. Esta alegría es segura cuando llega a su meta: la meta de la alegría del Adviento es el encuentro con Jesús en la Navidad, es recibir a Jesús, hacerlo parte de la vida diaria para que nos llene de su paz. 

La Navidad no es un cuento para niños, sino la respuesta de Dios al drama de la humanidad, que busca la paz verdadera, la que proviene de abrir de par en par las puertas de la propia vida a Jesús, para acogerlo y ponernos en sus manos, aunque a veces no lo entendamos plenamente, confiando en su sabiduría y bondad. En esta Navidad necesitamos recibir a Jesús.

Necesitamos recibir a Jesús porque necesitamos poner nuestra vida en las manos de alguien más grande y más fuerte. Jesús es la mano que Dios ha tendido a la humanidad, para hacerla salir de las arenas movedizas del pecado y ponerla en pie sobre la roca, la roca firme de su verdad y de su amor. Necesitamos recibir a Jesús para salvarnos del mal profundo arraigado en el hombre y en la historia que es la separación de Dios, el orgullo presuntuoso de actuar solamente por nosotros mismos. Necesitamos recibir a Jesús para tener la certeza de que junto a nosotros camina un Dios lleno de un amor tan fuerte por nosotros, que no puede permanecer en sí mismo, que sale de sí mismo y viene entre nosotros, compartiendo nuestra condición hasta el final. Necesitamos recibir a Jesús para experimentar la solidaridad de un Dios que es amor y que asume la vida del amor, que es sin duda la más larga, pero es la que nos respeta y nos ofrece la reconciliación, el diálogo y la colaboración. 



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