lunes, 3 de diciembre de 2012

Adviento... las capas de la Navidad: el consumo




¿Qué celebramos en Navidad? A veces ni lo sabemos, a veces solo celebramos el consumo y la convivencia. Otras veces lo que celebramos es un difuso y acaramelado buen espíritu que no sabemos ni siquiera definir. Otras veces lo que celebramos es el anhelo de una familia unida, feliz, armoniosa, que con frecuencia se queda en eso, en un simple anhelo. Quizá se nos ha olvidado lo que se celebra en Navidad. La Navidad tiene tantas capas puestas encima que ya no vemos el sentido de lo que celebramos. ¿Cuáles son estas capas?
La historia de las celebraciones no es algo que se queda del mismo modo de una vez y para siempre, sino que, en algunos aspectos, es fruto de la fusión con aquellas culturas o realidades con las que entra en contacto. Pero también sucede que las celebraciones se pueden desfigurar. De pronto, a una celebración no solo se le suma una cultura, sino que se le suman otro tipo de intereses que ,muchas veces, se presentan como elementos de solución de problemas, pero que terminan metiéndonos en otros problemas más grandes.
Esto pasa con la Navidad. Si analizamos un poco su historia, nos damos cuenta de que la Navidad pasa de ser un evento profundo de gozo, alegría, adoración, esperanza, a un evento que se presenta desencarnado. Es como si comparamos un muerto con un vivo. El muerto tiene todo lo que tiene el vivo, menos alma. El origen de la Navidad es la celebración de la presencia de Cristo entre nosotros, como un evento de salvación. Pero lo hemos ido haciendo y aceptando como un evento del consumo entre nosotros, como un evento del tormento de tener que comprar cosas.
Hay una capa muy clara sobre toda la Navidad en nuestra cultura moderna: la capa del consumo: Creo que esto todos lo vemos con claridad. Cada año nos volvemos a poner en guardia contra el exceso de consumo comercial en estos días y cada año volvemos a arrepentirnos de hacer muchos consumos en modos equivocados. Alguien ha llamado a este tiempo "el momento religioso del capitalismo". Sin embargo, el peligro real no es consumir mucho. El peligro real es de tipo espiritual: le damos tanta importancia a lo material que se nos presenta como algo bueno, que nos olvidamos del BUENO que se hace presencia material entre nosotros por su humanidad redentora. 

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