viernes, 14 de diciembre de 2012

Adviento...2o. movimiento: CONVERSION




Adviento y Navidad son como dos flechas que nos dicen: ¡Hay que mirar a Dios!: en Adviento como quien lo espera y en Navidad como quien lo recibe. Pero para mirar a Dios es necesario cambiar, pues no podemos mirar a Dios si no trabajamos por purificarnos de nuestros egoísmos, nuestras perezas, si no combatimos contra aquella parte de nosotros que no nos hace mejores personas. Cada temporada de Adviento nos pide trabajar en una autentica y renovada conversión a Jesús, el único salvador del mundo: las vestiduras moradas de los sacerdotes en este tiempo nos lo recuerdan.
En cada uno de nosotros se lleva a cabo una lucha constante: La lucha por lo mejor. Una lucha que nos invita a purificarnos continuamente. En cada uno de nosotros se libra siempre un combate entre el desierto y el jardín, entre el pecado que aridece la tierra y la gracia que la irriga para que produzca frutos abundantes de santidad, es decir de mayor presencia del bien y de Dios en nosotros. 
En la medida de nuestra capacidad y disponibilidad, usando nuestra libertad, tenemos que ir purificando y transformando poco a poco los pensamientos y los afectos, la mentalidad y  comportamientos, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida.  Vivir el Adviento invita a un cambio interior, a partir del reconocimiento y de la confesión de las propias fragilidades, que a veces también son pecados. Prepararse a la Navidad pide que entremos en nosotros mismos y hagamos un examen sincero de nuestra vida, iluminados por la luz que proviene de Belén donde nace Dios: a él hay que abrirle la puerta, a él hay que prepararle el camino.

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