jueves, 13 de diciembre de 2012

Adviento... Tiempo de luz



El Adviento tiene mucho de luz: la luz de la corona, las luces que adornan las calles. Hemos de tener conciencia de hay una luz, la más importante, que solamente puede seguir brillando si es sostenida por aquellos que, por ser cristianos, continúan a través de los tiempos la obra de Cristo. La luz de Cristo quiere iluminar la noche del mundo a través de la luz que somos nosotros; su presencia ha de seguir creciendo por medio de nosotros. Cada vez que decimos a nuestros hijos “Es que en navidad nace Jesús”, debemos recordar que el inicio que se produjo en Belén ha de ser un inicio permanente, que aquella noche santa vuelve a hacerse presente cada vez que un hombre permite que la luz del bien haga desaparecer en él las tinieblas del egoísmo. El niño-Dios nace donde se actúa y se vive por el amor del Señor, donde se hace algo más que intercambiar regalos. Tal vez las canciones navideñas, que oímos de nuevo en estas fechas, puedan ser avisos luminosos que nos muestren el camino y nos permitan reconocer que hay una promesa más grande que la del comprar, y gozar sin freno.
Prepararse a la Navidad significa ponerse en pie, despertar, sacudirse del sueño. Despertarse del sueño significa sublevarse contra el conformismo del mundo y de nuestra época. Sacudirnos con valor del sueño que nos invita a olvidarnos de la verdad de nuestro corazón y de nuestras mejor posibilidades. En sus cartas San Pablo nos deja una imagen del mundo pagano en general que, viviendo de espaldas a la verdadera vocación humana, se hunde en lo material. ¿No debemos reconocer en lo que describe Pablo a nuestro paganizado presente?  Estar despiertos para Dios y para los demás hombres: he ahí el tipo de vigilancia a la que se refiere el Adviento, la vigilancia que descubre la luz y proporciona más claridad al mundo». 
Adviento implica que tu y yo no miramos solamente a lo que ya ha pasado, sino también a lo que está por venir. En medio de todas las desgracias del mundo tenemos la certeza de que la luz sigue creciendo oculta, hasta que un día el bien triunfará definitivamente: el día que Cristo vuelva. Y esta certeza nos hace libres y fuertes.

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